Al principio, los investigadores creyeron que el patrón era solo un extraño efecto de interferencia, una peculiaridad natural de las imágenes de largo alcance, hasta que notaron algo aún más alarmante: cada vez que la Voyager activaba sus instrumentos para escanear una región en particular, la anomalía cambiaba. No de forma errática, sino rítmica. La estructura parecía realinearse ligeramente, sutilmente, como si reaccionara a la propia observación. No estaba simplemente allí; estaba observando. La IA cuántica captó correlaciones entre las frecuencias de escaneo y la reorientación de la formación, detectando microcambios en la simetría que coincidían casi a la perfección con las señales de telemetría de la Voyager. Las implicaciones fueron escalofriantes, ya que este tipo de comportamiento reflejaba un principio bien conocido en la mecánica cuántica conocido como el efecto del observador, donde el acto de medir un sistema altera su estado. Pero la Voyager no estaba observando partículas cuánticas, estaba escaneando vastas distancias, capturando datos a lo largo de kilómetros. La respuesta de la anomalía, consistente y repetible, sugería algo completamente distinto: que o bien nos habíamos topado con una especie de espejo cósmico, o bien habíamos activado algo diseñado para responder.
FUENTEMaEl: 14Julio-2025 YouTube/Phenomena
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