En las Islas Canarias existe una leyenda popular sobre una isla fantasma que aparece y desaparece desde hace varios siglos, escondiéndose tras una espesa capa de niebla o nubes sin dejar rastro. Esta leyenda fue bautizada como la Isla de San Borondón.
Su nombre proviene de San Brandán de Confert (también llamado Borondón), un monje irlandés que tras muchas aventuras buscando el Paraíso Terrenal llegó a un mar lleno de islas, cuya identidad ha sido motivo de controversia, ya que se ha especulado que podía ser Terranova, las islas del mar Caribe o las Islas Canarias. La leyenda cuenta que, adentrándose en una de ellas y mientras estaba celebrando una misa la isla empezó a moverse. Al huir vieron que aquello no era una isla, sino una enorme criatura a la que denominaron la isla-ballena. De ahí nació la leyenda de un isla errante en las aguas del Océano Atlántico.
A esta “octava” isla canaria se la ha llamado de varias maneras: La Inaccesible, la Nom Trubada, la Encubierta, La Perdida o La Encantada, todos ellos nombres que hacen referencia a sus características y a su comportamiento.
La gran mayoría la ubica al oeste del archipiélago canario, a 550 km en dirección oeste-noroeste de El Hierro y a 220 km en dirección oeste-sudoeste de La Palma, aunque según otros testigos que dicen haberla visto, se encuentra entre las islas de La Palma, La Gomera y El Hierro. También hubo un historiador que se aventuró a dar sus coordenadas: diez grados y diez minutos de longitud y veintinueve grados y treinta minutos de latitud, es decir, al noroeste de la isla de El Hierro.
Realmente es después de la colonización europea de los archipiélagos atlánticos cuando se empieza a hablar de San Borondón, no existiendo datos previos que confirmen que los canarios prehispánicos conocieran esta isla. Sin embargo, tras la conquista surgen referencias a San Borondón, apareciendo su silueta en mapas de los siglos XIV y XV, así como en escritos del siglo XVI donde se contaba la historia y la descripción de la isla. Era tal el convencimiento sobre su existencia que durante la era de los grandes descubrimientos geográficos, los reyes europeos, especialmente los portugueses, así como los Reyes Católicos y Carlos I, ofrecieron la donación de esta isla a ciertos personajes si la encontraban.
Fueron tantos los avistamientos que la isla llegó a ser cartografiada en varias ocasiones y, el rumor de su existencia fue tal que, cuando un barco se perdía en el océano y llegaba a una tierra sin identificar, sus marinos creían convencidos que habían llegado a San Borondón. La leyenda llegó a adquirir tal fuerza en Canarias que entre los siglos XVI al XVIII se organizaron expediciones para descubrirla.
Pero como toda leyenda tiene escépticos que, basándose en pruebas científicas, atribuyen la aparición de San Borondón a un espejismo, a la acumulación de nubes en el horizonte, o incluso a la sombra del Teide.
Es más, hoy en día, que se conoce perfectamente la geografía de Canarias y los viajes en barco entre islas son continuos, parece que esta isla ha dejado de aparecer, aunque algunos piensen que está sumergida y que algún día volverá a surgir del océano.
Existen dos hipótesis que explican el avistamiento de San Borondón:
La primera dice que es un espejismo, debido a que en la atmósfera se forman lentes. Por ejemplo, una capa de aire frío, otra de aire cliente y otra de aire frío, produce una lente que curva los rayos de luz, y que provoca la visión de la isla.
La segunda hipótesis habla de la posibilidad de que una nube haga de espejo, debido a las varias capas de aire de distinta densidad que contiene.
Estos fenómenos se han dado en numerosos lugares, donde han aparecido desde ciudades sobre el mar, a barcos en el aire o, como en este caso una isla. Y en todas y cada una de ellas la explicación científica que se da es que son obra de la curvatura de los rayos de luz por las distintas densidades de las capas atmosféricas.
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